Q.
Someone told me that we should not take pictures of Gohonzons. Could you explain why?
A.
Shortly after entering the priesthood, I wondered the same thing myself. I was told that taking pictures of the Gohonzon is rude, though I never got a clear answer on why.
The Mandala Gohonzon of Namu Myōhō Renge Kyō is the reflection of our Buddha nature. It is also the reflection of the Gohonzonwithin our minds. As HBS members, we are supposed to respect human beings (and other living beings) as we do the Gohonzons that are hung in the altar at home and in the temple.
The problem isn’t necessarily taking a picture of the Gohonzon, but what you do with the pictures you take. Of course, a picture of the Gohonzon does not have the spirit of the Lotus Sutra within it, because it’s not the Gohonzon itself, just a picture of it. However, if you step on a picture of the Gohonzon, or cut it with scissors, these actions prove that you do not have respect for the Odaimoku. Consequently, you will accumulate sins by those negative actions. On the contrary, if you deal with those pictures with respect, there will be no problem at all. In Japan, when we throw those pictures away or shred them, we paint the characters of Namu Myōhō Renge Kyō shown in the pictures in black.
When you take pictures of the Gohonzon with your smartphone or digital camera, those pictures are saved safely in your phone’s memory or SD card. So what about these sorts of pictures? How can you treat them improperly? Well, if you spit on the screen and curse at the image, that is disrespectful and will cause you to accumulate sins.
Talking about whether or not taking a picture of the Gohonzon is not insignificant, but I do recommend that you focus on taking care of “living” or “walking” Gohonzons surrounding you; your family members, friends, and colleagues. After all, that is truly where the Gohonzon lies.
Conocí el Budismo Nichiren en los años 80 a través de NSAR que, luego me enteré, estaba unida a SGIAr. Cuando se produjo la ruptura en los 90 me quedé en la Soka de Argentina.
En 2010 decidí practicar solo porque no veía resultados en mí vida y un doble discurso en los responsables de Gakkai: por un lado tus deseos los pones en oración y se transforman en sabiduría u por otro: tus objetivos son incorrectos.
En 2018 me di cuenta que practicando solo uno se estanca. Me acerqué a Nichiren Shoshu.
Si bien pude resolver y avanzar en algunas cosas, veo que el discurso es similar: no prácticas para lograr o resolver cosas, sino para lograr la iluminación y mejorar tu karma. Los logros pueden venir. O no.
Me parece que para los mortales comunes de esta Era tener resultados tangibles es fundamental.
Como dice un aforismo occidental cristiano; ver para creer.
Últimamente estuvo en contacto con un grupo llamado Nichiren Honmon Shoshu, pero más o menos es el mismo discurso. Ustedes cómo ven el tema?
Tal como enseñó Nichiren Shonin en su carta Hōren-shō:
“Debemos basarnos en pruebas visibles y cercanas para desarrollar la fe en lo lejano.”
En esta era de confusión y corrupción (mappō), muchas personas comunes solo pueden pensar en los asuntos de esta vida presente o en lo inmediato. Para estos seres ordinarios y confundidos, la única manera de despertar la fe es a través de beneficios reales en esta vida (genze riyaku).
Estos beneficios son, en realidad, una manifestación de la gran misericordia y compasión del Buda.
Gracias a estos beneficios, nosotros, los seres del Último Período del Dharma, podemos llegar a creer que el Buda vive en el corazón de cada uno de nosotros.
Además, en el camino del bodhisattva (la práctica de ayudar a los demás), cuyo objetivo final es llegar a la budeidad, si no experimentamos de vez en cuando estos beneficios, probablemente nos cansemos y abandonemos el camino a mitad de camino, porque la meta parece muy lejana.
Por eso, para mantener viva nuestra fe hasta el final, el Buda nos muestra beneficios concretos en momentos importantes de nuestras vidas.
En el capítulo 7 del Sutra del Loto, titulado “La Parábola de la Ciudad Fantasma” (Keshin yu-hon), se cuenta la historia de muchas personas que emprenden un viaje arduo y peligroso en busca de una tierra prometida. Son guiadas por un maestro sabio. Pero a mitad del camino, algunas personas se cansan y quieren regresar.
Entonces, el guía crea una ciudad ilusoria con sus poderes sobrenaturales para que las personas descansen y se alegren. Una vez que recuperan fuerzas, el guía les revela:
“Esta ciudad es una ilusión. La verdadera meta está cerca.”
Y así, logra guiarlos hasta el final del viaje.
En esta parábola, el guía representa al Buda Shakyamuni. El viaje simboliza nuestra práctica budista en este mundo, y los viajeros somos nosotros. La ciudad ilusoria representa los beneficios reales. Al mostrarnos estos beneficios, el Buda nos ayuda a sentir Su presencia viva, nos anima y fortalece nuestra voluntad de seguir avanzando.
Por eso, cuando alguien empieza a practicar, a menudo recibe un gran beneficio al principio. Gracias a eso, empieza a creer en las enseñanzas. A partir de ahí, comienza el largo camino del bodhisattva. Es decir, poco a poco, nosotros también debemos convertirnos en personas que, como el Buda, se dedican a salvar a los demás.
Los beneficios, en este sentido, no son el objetivo final, sino medios hábiles (hōben) para ayudarnos a sentir la existencia y el poder del Buda.